Autora: Andrea Guerrero (Ecuador)
I.
Un manojo de lechuguines decora el florero de mi casa. Sus raíces se hinchan, el río late en esas raíces. Cuando el manojo de lechuguines llegó, juramos que de grandes seríamos una selva. Que de nosotros brotaría el mar. Las raíces de los lechuguines están inflamadas. Su llanto se filtra por las grietas.
II.
La tarde observa a los mangos que nacen de la arena. A los pájaros, abrir la noche. A las flores, derramar azul sobre nosotros. Desde el estuario contemplamos nuestra tierra vacía.
III.
El día que mi manojo de lechuguines decidió partir con la marea, el viento soplaba sobre sí mismo y la sal rascaba la comisura de los ojos.
Tal vez sea conveniente saltar y luchar con la corriente.
Al otro lado, puede que encuentre un lechuguin.
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