Los encuentros virtuales se volvieron una costumbre habitual desde hace algunos años. Ahora estos encuentros nos permiten tener conversaciones bellas, íntimas y profundas con personas de otros países. Si no fuera por la tecnología que hoy nos acompaña, no me
hubiera sido posible encontrarme con Luz, una mujer fuerte, creativa y llena de valentía, que se atreve a cuestionar la vida desde la danza y el cuerpo.
Conocí a Luz por medio de Gaby Sambuccetti. Ella nos presentó por WhatsApp, como exige la costumbre en estos tiempos. Nuestro encuentro oficial fue por videollamada, en la intimidad de nuestros hogares, como si estuviéramos teniendo una conversación cara a cara. A partir de allí todo fue magia y aprendizaje en medio de una conversación sobre danza, literatura, filosofía y trayectorias de vida. Para darles un poco más de contexto, queridos lectores, Luz es una mujer trans argentina quien se ha dedicado apasionadamente a la danza en sus múltiples divagaciones y experimentaciones en la vida. Esta pasión nació desde muy pequeña:
Ya más adelante, Luz decidió explorar la posibilidad de bailar. Hacia sus 15 años comenzó a tomar cursos de danza jazz, clásica y contemporánea que son las técnicas que hoy en día continúa manejando. A los 18 audicionó en la escuela de Julio Bocca, donde quedó becada. Allí estudió comedia musical y, paralelamente, hizo otras carreras como Diseño textil en la UBA, Filosofía y letras, y Artes combinadas. Con el tiempo probó ingresar a la Universidad Nacional de las Artes, que es de donde es actualmente licenciada.
Durante todos estos años de estudio y formación, Luz también ha sido una mujer prolífica en la creación de piezas de danza y performances, donde una de las principales motivaciones fueron todas aquellas que exploraban el género y la identidad. Incluso, antes de hacer la transición, las preguntas por el cuerpo, la orientación sexual, la interpelaban constantemente. Por este motivo, entre 12 a 13 de sus obras pasaron por el cuestionamiento de cómo abarca el género en el movimiento. De allí llegan elementos a la escena como los zapatos de taco alto, que obligan al cuerpo a moverse de una manera diferente, pues es una extensión adicional de las piernas que se debe volver un elemento más de quien los utiliza.
De esta manera, Luz comenzó a investigar cómo hacer que el zapato de taco alto esté en la danza contemporánea. El propósito era lograr que el zapato estuviera interpelado en el cuerpo, y desde allí, desarrollar una danza como si fuera parte del movimiento, como si fuera una secuencia, pero realizada en este tipo de zapatos. Como ustedes se podrán imaginar, no son unos zapatos de uso convencional, estamos hablando de un par de zapatos con una plataforma altísima, que tienden a ser muy difíciles de usar solo para caminar, como para ahora incluirlos en medio de una danza. Si buscan un poco más del trabajo de Luz, se encontrarán con la maestría de Luz en estos zapatos y se preguntarán, tanto como yo lo hice, ¿cómo lo logra? Bueno, estos méritos al uso de tacones no vienen solos, la primera obra de Luz
salió en el 2009, “Labial” era como se llamaba la pieza,
En la obra una bailarina se pasaba un labial por todo su cuerpo desnudo, donde el leitmotiv era la idea constante de: “y si yo hubiera sido mujer, tal vez aun hubiera estado con el amigo de mi hermano.” Para esta pieza una bailarina, amiga de Luz, fue la intérprete. Pero todo lo que sucedía en escena eran los movimientos que ella había creado. “Fucsia”, fue la segunda obra que creó, sólo para dar paso a “Mi vestido”, “Recuerdos de mamá”, “Cosa”, entre otras.
Cada una de las piezas que Luz ha ido haciendo, están basadas en su vida y en lo que ella va transitando, “compongo desde lo que a mí me pasa en mi vida porque, sino, me parece aburrido.” De esta manera, la técnica se convierte sólo en un medio para crear y explorar el cuerpo, el género, la identidad y las transformaciones de la vida. Como parte de sus procesos de vida y como bailarina, Luz exploró el travestismo como un medio para permitirse ser como mujer antes de llevar a cabo la transición: “yo siempre fui Luz, ese nombre siempre me gustó, además creo que tiene que ver con mi mamá que me decía que si tenía una hija la llamaría de esta manera”.
En este proceso crea “Cosa”, la obra en la cual el cuerpo no es ni femenino ni masculino, no todas las personas son clasificables y los cuerpos no son binarios; de allí la consigna “soy una cosa en mis pelos”. Es por ello, que para esta pieza, Luz utilizó muchas pelucas, tacones altos, mucho brillo y mucho glam; todo con el propósito de romper con la solemnidad de la danza contemporánea y los deber ser que tenemos en la vida y en el género.
Dentro de nuestra conversación, surgió un tema que casi nunca nos pensamos quienes no somos bailarines: los roles de género dentro de la técnica. Luz me explicó que la danza clásica “es una danza que nace en el siglo XVII con Luis XIV y se mantiene hasta la actualidad” casi sin ningún cambio. Esta técnica se divide entre hombres y mujeres y, lamentablemente, los pasos se dividen entre el uno o el otro. Pero, como explica Luz,
Todo esto del proceso de transición de Luz me llevó a preguntarme acerca de los cambios que sufre el cuerpo y el efecto que esto tiene en la danza. Claramente, el cuerpo cambia con el paso del tiempo y con la práctica de una disciplina específica. Pero me cuestionaba mucho la forma en la que la relación con la danza puede vivirse de una manera diferente, teniendo en cuenta una transformación del cuerpo como la que había vivido Luz. Ahora ella es una mujer que baila con un cuerpo intervenido por hormonas y cirugías, el cual es un diseño de lo que ella quería dar a la sociedad. Por este motivo para Luz “no es lo mismo una bailarina trans con todo lo que he hecho en mi vida, que lo que era hace 10 años con otro cuerpo”. Al final del día, este diseño de quienes somos frente a la sociedad existe en un complejo balance entre lo que es aceptado por los demás y como nos aceptamos a nosotros mismos.
A pesar de querer estar por fuera de todo sistema, igual convivimos en un espacio en el cual, más allá de encajar, debemos convivir con los demás. De allí que Luz busque el lugar en el que ella se siente cómoda, como con el uso de la malla del que hablábamos antes o con la transformación de su cuerpo que le permitiera ser plenamente. Esto la llevó a crear una nueva obra llamada “Lágrimas de una novia”, así como otra pieza en la cual explora el lesbianismo. Dentro de estos nuevos procesos de exploración creativa, Luz y Gaby Sambuccetti realizaron algunas colaboraciones juntas. Todo esto sucedió cuando Gaby invitó a Luz a festivales de literatura, para que bailara en medio de lecturas de poesía. Estos intercambios e invitaciones creativas crearon una amistad que ahora se traduce en el proceso de creación de un libro donde Luz nos cuenta todo lo que ha pasado por su vida y cómo cada momento es una muestra total de valentía para lograr crecer tanto como lo ha hecho hasta ahora:
Luz busca compartirnos su experiencia de vida en un libro donde otras personas puedan inspirarse a partir de sus decisiones y valentía, y ver que sí es posible “ser”. Ser, sin miedos, en sociedades como las nuestras. Obviamente, Luz reconoce aquellos lugares y momentos en los cuales ha sido privilegiada por el apoyo de su familia, además de contar con el dinero para estudiar y llevar a cabo su transición, pero más allá de ello, el fin del libro es ser una voz que sirva de inspiración para otras personas,
Luz Soto (Buenos Aires, Argentina) es coreógrafa, intérprete, bailarina, auto-gestora, docente y directora teatral. Egresada de la Universidad Nacional de las Artes (UNA), Artes del Movimiento, en la carrera de grado en Lic. en Composición Coreográfica, Mención Danza y en la carrera de pregrado Interprete de Danza. Realizo su tesis de graduación llamada “Fucsia” sobre género y sexualidad. Realiza, desde hace una década, distintas obras, performances y trabajos de investigación sobre la libre libertad de elegir quien ser…