Conocí a Juan Pablo Bertazza en la Feria del libro de Buenos Aires de 2019, en el marco de la presentación de su novela Síndrome Praga (Adriana Hidalgo,2019). Ya había leído algunas notas de él y sabía también que en relación con Praga había escrito La revolución de terciopelo. Esa misma tarde, luego de la presentación formal, conversamos y quedamos en contacto. Tiempo después. nos escribimos nuevamente para contarnos que ambos habíamos obtenido becas en el extranjero y que, para mayor azar, viajaríamos el mismo día, a la misma hora y en el mismo vuelo. Ese guiño y casualidad hicieron que, al enterarme de su nueva novela, Alto en el cielo (Adriana Hidalgo 2021), una obra sobre Praga y sobre Buenos Aires, sobre viajar, sobre descubrirse, me acercara con la clara intención de conversar con él, tomando su nuevo libro como punto de partida.
¿Cuándo comenzaste a escribir esta novela?
Empecé a escribir, Alto en el cielo, hace dos años, justo cuando me vine a vivir a Praga. Quería aprovechar esa mezcla de extrañamiento y revelación que suele haber durante los primeros días de un cambio tan grande y me parece que, de hecho, algo de eso puede verse en la novela, aunque luego tuve que interrumpir un poco y la mayor parte la escribí ya en plena pandemia.

¿Cómo fue el proceso de escritura de Alto en el cielo?
En realidad, las ideas y parte de la trama fueron madurando mucho antes de la escritura en sí. De hecho, uno de los aspectos más importantes del libro tiene que ver con Buenos Aires… Buenos Aires como escenario y como atmósfera, eso es previo a la escritura. Me da la impresión de que, al menos, seis meses antes de venirme a Praga me estuve despidiendo, en cierta forma, de Buenos Aires, haciendo todo lo que no se suele hacerse cuando se vive allá: subí a varios miradores de la ciudad, entré al edificio del Congreso, a la confitería El Molino y conocí el museo del Palacio de Aguas Corrientes, subí al faro del Palacio Barolo, no falté a las últimas ediciones de Open House, saqué fotos a casi todos los paisajes que existen y recorrí varias veces algunos lugares no tan conocidos que menciono en la novela, como el centro de refacción de estatuas en Plaza Sicilia o el Pabellón del Centenario que está detrás del supermercado Easy de Palermo, además de haber subido a la terraza del mítico chalecito de la 9 de Julio para hacer una nota. Creo que esas visitas que tenían como punto en común ver el lado de adentro de ese afuera que se muestra en la vida cotidiana. De este modo, me conectó con cierta idea de lo extranjero, la mirada extrañada de la propia ciudad.
Por momentos Alto en el cielo es, parafraseando a Fito Páez, “el espejo mirando al otro lado” de Síndrome Praga ¿Tuviste claro eso desde el principio?
Tenía en claro que Alto en el cielo iba a tener algo que ver con Síndrome Praga en el sentido de que tenía ganas de explorar un poco más el universo del personaje de Katka, pero creo que los dos libros terminaron dialogando mucho más de lo que había pensado en un principio, a tal punto que realmente uno parece ser la contracara del otro o, en términos viajeros, podría pensarse como un pasaje de ida y vuelta. Me da la impresión de que Síndrome Praga es un libro argentino sobre la capital checa y Alto en el cielo tiene cierta mirada checa sobre una ciudad también compleja como es Buenos Aires. El otro día, mi amigo Jorge Lucero, que es un especialista en la obra del filósofo Patočka y, también, un apasionado de todo lo checo, me dijo algo que me pareció muy preciso: Alto en el cielo no es solamente una precuela cronológica sino también causal de Síndrome Praga, y aunque nunca lo habría formulado con tanta claridad esa era justamente la idea. De hecho, el final fue lo último que escribí en Síndrome Praga y casi lo primero que tuve en Alto en el cielo.
¿Hubieras podido escribir esta novela sin haber escrito Síndrome Praga?
No. Son libros que pueden leerse perfectamente en forma independiente pero que solo podrían haberse escrito juntos.
¿Cuánto tuvo que ver que ya estés viviendo en Praga, para que sea Katka, una checa, quien vaya a descubrir Buenos Aires y, en esa búsqueda, recorra y describa a su vez su Praga natal?
Muchísimo. Creo que no solo estoy fascinado hace ya varios años con Praga y la cultura checa sino también con la idea misma de conocer más o menos bien alguna cultura ajena a la propia ya sea checa, húngara, brasileña, galesa o nigeriana. Me parece que ese cruce es siempre muy enriquecedor y los impredecibles meandros que te lanzan a esa otra cultura o sociedad suelen ser tan casuales como apasionantes. En mi caso, no tengo ninguna relación de sangre con República Checa, pero aun así siento una conexión muy fuerte. Y en el caso de este libro, traté de usar mi propia experiencia como residente en Praga para tomar las diferencias culturales que existen entre ambos países, darlas vueltas y usarlas a partir de la perspectiva checa.
En un momento de la novela Katka lee una nota en el periódico Nová Doba llamada Alto en el Cielo ¿Acaso has escrito esa nota y la dejaste afuera de la novela?
En Buenos Aires hice un poco lo que le atribuyo en la novela a Katka: sumergirme en muchos ejemplares de ese diario que fundó en Argentina y mantuvo durante varias décadas José Kotas, un inmigrante checoslovaco. El objetivo era buscar alguna pista que pudiera resultar clave para la trama de la novela. Traduje varias notas, saqué muchas fotos y, ya en plena escritura, se me ocurrió la idea de que uno de los relatos que, en efecto, aparecen en varios de esos periódicos revelara en clave de ficción uno de los enigmas centrales del libro: cómo había sido trasladado a Buenos Aires el Golem de Praga. Me interesó la idea de contar la verdad mediante la ficción y, de hecho, en ese cuento es en el único lugar de la novela donde aparece el verdadero apellido y oficio de Rafael Díaz, el dueño del Chalecito. Ese relato es clave porque además me sirvió para hacer varios guiños a algunas cuestiones que me fascinan: hay desde referencias a personajes de El golem de Meyrink, a la leyenda de la casa del último farol que es una construcción en el castillo de Praga que solo puede verse algunos días de niebla. También a una teoría muy interesante que descubrí ya estando en Praga: Ivan Mackerle era un explorador y escritor checo que viajó por todo el mundo en busca de algunos misterios sobrenaturales. En Praga, subió al altillo de la sinagoga donde supuestamente están escondidos los restos del Golem y, en un libro que le dedica íntegramente, ofrece una explicación absolutamente original y realista, según la cual su leyenda tendría inspiración en un hecho real: la adopción por parte de un rabino de Praga de un niño con problemas psiquiátricos al que había que medicar para mantenerlo estable.
Además de cursar un doctorado, estás ejerciendo tu trabajo como periodista en la Radio Pública Checa ¿Cuánto te influenció en la escritura de la novela?
Muchísimo, porque tanto el doctorado como mi trabajo en Radio Praga Internacional me dan herramientas para aproximarme, al menos, a eso que podríamos llamar “la cultura checa” o “la cultura praguense”. Es decir que, por un lado, ese trabajo me ayudó a ponerme en la cabeza de una persona checa. Pero también me permitió descubrir algunos personajes que terminaron apareciendo en la novela como Josef Pfitzner, el vicealcalde de Praga en la época del Protectorado nazi, un ladero de Hitler que quería demoler todas las estatuas de personalidades judías y controlar, al mismo tiempo, el trabajo de los guías turísticos de Praga, pero que siempre tuvo fuertes resistencias dentro del partido, y se le terminó aplicando la pena de muerte por traición en lo que fue la última ejecución pública en la historia checa.
¿Qué estás escribiendo actualmente?
Más que escribiendo, estoy ultimando los detalles de un libro que va a aparecer muy pronto: un ensayo con entrevistas y algo de crónica de viaje sobre Dylan Thomas, los lugares donde vivió en Gales y su notable vigencia no solo en la poesía sino en la música y la bohemia contemporánea. Viajé dos años seguidos a lugares increíbles como Swansea, Laugharne y Gower buscando las huellas de ese tremendo artista, mientras entrevistaba a investigadores, biógrafos, coleccionistas y hasta a su nieta acerca de su vida y obra. Pero en el libro hay dos encuentros y conversaciones que me gustan especialmente: una es con un escritor argentino no muy famoso llamado Aníbal César Goñi que, en su momento, sacó un ensayo muy interesante sobre Dylan Thomas y el otro diálogo con un reverendo argentino que, tras un sueño revelador, decidió dejarlo todo y dedicarse a predicar la palabra en un pueblito perdido de Gales.
Hay varios pasajes de la novela en los que la poesía se respira: como ese verso en sí mismo que es “había olor a lejos, había olor a historia”. Sabiendo que, además de novelas y ensayos, has publicado libros de poesía como por ejemplo Los que no hablan, Calle Lavalle o La revolución de terciopelo, entre otros… ¿Qué lugar ocupa la poesía en tu escritura hoy?
La poesía siempre es algo fundamental para mí porque, definitivamente, creo que concentra, en una especie de muestra en miniatura, toda la potencia de la palabra. La verdad es que me agrada bastante la idea de que mis primeros libros sean de poesía y, por supuesto, la idea es mantener algo de esa búsqueda también en las novelas. De todas formas, también estoy por publicar un nuevo libro de poemas sobre Japón, más específicamente sobre esa especie de paradoja que encarna la cultura japonesa a mitad de camino entre la fugacidad y lo milenario. Ese libro también está armado en torno a un viaje que hice a Tokio y Kioto hace algunos años y que, entre muchas otras cosas, me sorprendió porque terminé saliendo en un programa de televisión muy bizarro y famoso de allá en el que van al aeropuerto en busca de extranjeros y, tras preguntarles por qué vienen a Japón, los acompañan cámara en mano en su recorrido. En realidad, el viaje fue en 2018, el programa salió al aire el año pasado y el libro se publicaría en 2022.
Sobre el autor:

Juan Pablo Bertazza (Argentina, Buenos Aires, 1983). Es Licenciado en Letras (UBA). Publicó los libros de poesía Los que no hablan (2010), En base doble (2013), Calle Lavalle (2015), La revolución tranquila (2015), La revolución de terciopelo (2017, traducido al checo como Na prahu Prahy) y el libro de ensayos La furtiva dinamita (2014) sobre la polémica historia del Premio Nobel de Literatura. En 2017 ganó la beca Praga Ciudad de la Literatura para escribir su primera novela Síndrome Praga (Adriana Hidalgo), traducida al checo. En 2019 fue uno de los escritores latinoamericanos invitados a la Feria del Libro Svět knihy, y actualmente realiza un doctorado de literatura en la Universidad Palacký de Olomouc, República Checa.