Foto: Pascual Bocelli
¡Bah! Decir que la conozco es hiperbólico. Jamás la vi abrazar a un ser querido, escribir versos ni comer un refrigerio —modo ideal de inferir vicios ajenos—. No me he sentado a conversar con ella, frente a frente, con los ojos abiertos o cerrados. Nunca hicimos juntas un fuego ni un silencio. Elisa es todavía un universo paralelo inexplorado.
Es cierto, lo confieso, hace apenas un año que tengo conocimiento de su materialidad, pero la he leído: en sus versos, en sus párrafos, tratando de explicarse por qué ella, como antiguos, como Sor Juana, han buscado desenredar las poéticas confusiones de la física y la química, de las esencias grotescas y del firmamento, de Dios y de los hombres que descubrieron o negaron a los dioses.
Habíamos preparado el primer encuentro de un ciclo de poesía que debía tener una regularidad trimestral. Debía, ¡qué palabra esa…! Venía Montse de Barcelona, Serrano, Elisa, invitada por Diego, Annia… eran muchos grandes para enfocarnos en uno solo. Esta misma boca, con que repito ahora sus versos, debía presentarlos.
Elisa me lució muy joven. Trasmitía una imagen virginal de cierto misterio y sosegada timidez. Daba deseos de cobijarla. Leía “Credo”, su poema famoso; famoso del primer libro, Principia, y entre todos… Suave, musical; aunque ella asegura carecer de talento para las artes melódicas… Luego, el otro Diego, presumiría en el taller tener el libro de Elisa, autografiado por Elisa, y la usaríamos de ejemplo, en reiteradas ocasiones, como la poeta capaz de mostrar con belleza la misión de objetos burdamente cotidianos, como los tinacos del agua.
…Creo firmemente
“CREDO”. ELISA DÍAZ- PRINCIPIA
en los elementos de la tabla periódica,
con sus nombres de santos,
Cadmio, Estroncio, Galio,
en su peso y en el número exacto de sus electrones.
Creo en las estrellas porque insisten en constelarse
aunque quizá estén muertas…
Creo en la ciencia, decía la muchacha divina. Eso nos estaba diciendo, y con la ciencia había compuesto sus estrofas.
No eran pocos los méritos en su hoja de vida que leímos para el público, un heterogéneo grupo, en un restaurante de lujo —Gracias comedor—, a las orillas de las Cibeles, una colonia bohemia de la Ciudad de México. Pasadas las diez, había noche.
Elisa ha experimentado el arte de traducir a otros. Aprendo, dice. Y reconoce también la magia de codearse con sus poetas malditos, los que la despiertan de sus oscuridades.
Escribo estas líneas para La Ninfa Eco, y recibo, al mismo tiempo, la noticia de que su nuevo libro ha salido. Yo he estado navegando por Principia, y ahora… ¡El reino de lo no lineal! Lo conservo sorpresa, tendré que escribir otra historia, otro día. Cuánta paz llega con la conciencia de los abismos aún vírgenes…
IV
“RADIOGRAFÍAS”. ELISA DÍAZ- PRINCIPIA
Aquí las lagunas, las cumbre. Aquí
La geografía del dolor, que él nombra
Sin asombro ni deleite.
Los abismos de Elisa danzan sobre las fronteras. Las geográficas, etéreas y literarias, y los precipicios de la belleza.
Ha escrito decenas de imágenes con el puñal de la honda poesía que cala espíritus. La premian por sus libros. Tiene conquistada, a las tres décadas, la verdadera batalla contra el olvido: roba los ojos, compromete el alma, obliga a leerla, entenderla, y, por supuesto, a conocerla.
Yo, harta de los reinos de este mundo, me propongo una expedición a El reino de lo no lineal. Están invitados.
Elisa Díaz Castelo (Ciudad de México, 1986) Ganadora del Premio Bellas Artes de Poesía Aguascalientes 2020 por El reino de lo no lineal, del Premio Nacional de Poesía Alonso Vidal 2017 por Principia y del Premio Bellas Artes de Traducción Literaria 2019 por Cielo nocturno con heridas de fuego, de Ocean Vuong. Estudió una maestría en Creative Writing en la Universidad de Nueva York y ha sido becaria del FONCA (Jóvenes Creadores), de la Fundación Para las Letras Mexicanas y de la Fulbright.