«Lo que quería decir era otra cosa» de Michael Benítez Ortiz

Hoy una tormenta está amenazando mi vida entera,
si no consigo algún refugio voy a desaparecer.
Rolling Stones (Gimme Shelter)


*Colaboración externa del escritor FABIO ANDRÉS DELGADO MICÁN

Desempolvando una conversación con Michael Benítez, en la que caminábamos desde el centro de Bogotá hasta el barrio La Soledad, fumábamos un cigarrillo y hablábamos de álbumes conceptuales, exactamente de tres: el sargento pimienta de Los Beatles, el muro de Pink Floyd y el ídolo carmesí de The Wasp.

Luego lo escuché leer los poemas de su libro Lo que quería decir era otra cosa. Confirmé, de nuevo, con su lectura, que la sencillez y la lucidez en la poesía son muy difíciles de lograr, pero cuando se hace como lo hizo Michael en estos poemas, es hermoso y de resaltar, en medio de una poesía colombiana actual que todavía se escribe de manera excelsa, elevada y con ansias de tocar el cielo aprobatorio de Miguel Antonio Caro. Es ahí donde me dirijo a ese sencillo verso que me enternece y que dice con imágenes tan espontáneas, “Mis amigos salían de la tierra a jugar conmigo. Yo salía del centro de mí mismo. Los despertaban las lluvias de abril./Amar es darle la vuelta a un cucarrón que mira al cielo”. Recuerdo la infancia como un acto de inocencia y de generosidad con la naturaleza, con los amigos que nos rodean y nos hacen sentir que la esperanza y el mundo son posibles si se construye con ellos.

Su poema VI nos dice “Beto era el único niño del barrio que tenía barba; en ocasiones le lanzaba piedras a los adultos, que le gritaban cosas. Beto siempre tenía un palito en la mano y, ciertamente era más alto que cualquiera de nosotros. Beto pedía comida en los restaurantes y luego la repartía con sus amigos. Beto observaba las nubes con memoria de pájaro./Beto era el loco del barrio.” Y confirmo con alegría que el mundo de nuestro poeta, no solo se erige desde la contemplación.

Regreso al grueso del libro y pienso en el álbum de The Crimson Idol de The Wasp y me doy cuenta que está dividido en tres momentos, pues este libro de poemas también obedece a esa división (primera parte, segunda parte y papeles) y como en el álbum se nos cuenta la historia de un Jonathan que pasa por los avatares de la vida, podríamos decir que en el libro de Michael se habla también de como el autor tramita sus propios avatares por la desidia personal y colectiva, “Nací pobre como se nace rico: sin merecerlo. En casa se iba la luz con frecuencia; aprendí que la noche también hay que encenderla. No usaba shampoo pero el jabón rey hizo brillante y fuerte mi cabello. / De todo eso no me quejo, pero solo me pregunto una cosa, Dios mío: ¿Por qué, además de pobre me mandaste al mundo poeta? ¿Por qué tanta maldición al mismo tiempo?” y quizás ya al final del libro, como al final del álbum se muestra la caída del ídolo, que, en el caso del autor, su ídolo, no es más sino la poesía, posiblemente como él la concibe, como la intenta, porque hay que recordar que el oficio de poeta es intentarlo en silencio, porque no existe otra manera de comunicarse y forjar el mundo sino a partir de intentos con la vida misma. Como todo en el auténtico arte. Entonces este héroe que es la poesía de y para Michael termina con este gran poema:

“Al menos

Yo
Que admiro a Luis Vidales
Que me sé de memoria un verso de Julio Flórez
Que no me he leído a Valencia
Que no fumé basuco con Jattin
Que no entiendo ni coma a Mutis
Que soy más urbano que Mario Rivero
Que Juan Manuel Roca me parece una piedra
Que no le he dado culo a Alvarado Tenorio, ni a ninguno
Que soy más joven que Jaime Jaramillo Escobar
Que leí a Pombo, en el colegio
Que cuando estoy ebrio hablo como Obeso
Que me gusta Hannah Escobar, sin leerla
Que por María Mercedes Carranza
sé que la poesía no se hereda – el papá no era poeta
que a mis rapidines les digo José Manuel Arango
que tengo una foto con Jotamario
– qué culpa, si él me la pidió –
Que no soporto ni una línea de Federico
/Díaz-Granados.
– Prefiero las de perico –
Que confundo a Barba-Jacob con León de Greiff
Que no he plagiado versos en ningún Rincón
Que no he echado chisme con Cobo Borda
Y que siempre me ha gustado Silva en mi billetera
Yo
Quisiera ser, al menos, como ellos
para que alguien se acordara de mí en un poema
y escribiera:
Yo
Que tampoco fui como poeta como él.

Hay se cierra el libro. Y el álbum al que hace referencia Michael de The Wasp termina con la canción La gran idea equivocada sobre mí, quizás es una sentencia del autor sobre su poesía. Aunque confieso que yo no lo interpreté de esa manera, creo en cambio que este libro es un grito de esos que cuando uno está desesperado por tanto y no sabe qué hacer, grita hasta perder la razón, se sume en la pasión más natural a la que nos entregamos todos y termina vociferando, clamando, chillando otra cosa. Pues veo en este libro que él no se cansa de decir, de patalear y pedir, inclusive de la manera más cruda – así como se exponen todas las pasiones, inclusive el odio -:

ÁRBOLES DE HIELO
I
Siempre me gustaron
los Súper Campeones
los veía todos los sábados
a las tres de la tarde
en el televisor de la casa
el único que había en toda la vereda.

Era muy chévere:
sudando nos sentábamos
después del partido
mis primos, mis vecinos y el balón
(pues sabíamos que él también era nuestro amigo).

Un día, cuando llegamos de jugar,
ni mi mamá ni mi papá estaban en la casa
y del televisor surgió una lluvia de moscas
que nos cubrió los rostros.

No sabíamos qué pasaba:
el cielo se puso rojo
y de las nubes surgieron burbujas de sangre
que explotaron en nuestros ojos.

De la calle un ruido negro
—y no me digan que no llore—
subía el telón
y dejaba ver la noche:
ellos también jugaban
a los Súper Campeones
y el balón —su amigo
era la cabeza
de mi padre.

II
En el colegio
todos nos la llevábamos muy bien
a pesar de que el gordo
el más grande de todos
era un poquito alzado.
A veces no nos gustaba estar con él
y en parte se lo merecía
porque nos hacía bataneo
cuando jugábamos con canicas
y le pegaba a los más pequeños.
Pero en el fondo lo queríamos mucho;
por eso nos dolió tanto
cuando su mamá nos dijo
que se lo habían llevado para el monte
la tarde en que dios olvidó
que también había sido niño.

III
Ahora vivimos en Bogotá
y para el que no sabe cómo es
se la voy a presentar:
Bogotá es una ciudad muy fría
pero no me refiero al clima
porque —y no me vayan a decir que es bobo—
para eso hace tiempo se inventaron
la ropa gruesa
y las cobijas:
Bogotá es fría
porque la gente tiene un gran cementerio
en su corazón.

Y cuando se carga con tanto ímpetu en un libro, no puedo entenderlo como The Wasp, porque cuando leí estos poemas, recordé esa canción de los Rolling Stones Gimme Shelter, ya que encuentro en Michael un poeta que anda buscando caminos para que le den un refugio. Un resguardo para él, su poesía y posiblemente para todos. En donde se pueda gritar fuerte e irritado a todo lo que nos rodea. Intentar entender lo que está diciendo para no interpretar mal porque en el fondo lo que quería decir era otra cosa.


*Fabio Andrés Delgado Micán (Colombia) estudió Ciencias Sociales en la Universidad La Gran Colombia. Es candidato a magister en educación con énfasis en investigación de las ciencias sociales de la Universidad Externado de Colombia. Actualmente es docente del magisterio de Soacha. Ha publicado en una serie de revistas de poesía (Colombia, Chile, España, Estados Unidos, Argentina, México, Bolivia) varios de sus trabajos literarios. Ha sido gestor de colectivos literarios en Bogotá y Soacha como el GRUPO CULTURAL SEMINARÉ. Participó en diversos encuentros latinoamericanos de escritores. Publicó en el año 2015 Asma, con la editorial Piedra de toque (Colombia). Lógicas Vitales año 2018, primera edición Editorial Babilonia (Colombia). Segunda edición con Literatelia (México) año 2019. Ha participado en diversas antologías de poesía latinoamericana.

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