Tuve la oportunidad de conversar con la escritora y poeta ecuatoriana Andrea Crespo Granda acerca de su reciente novela publicada “Los cielos de marzo: Arquitectura doméstica de los años”. Desde el principio de esta narrativa, que poco a poco se torna en un juego experimental de la autora, me sentí interpelada por su protagonista Aura-Aurora, quien desde el futuro, hace un repaso de su amor frustrado, la genealogía de su familia-herida y esa suerte de irse buscando a ella misma a través de estas memorias, anécdotas, poemas, imágenes, etc. El lenguaje lírico crea una atmósfera cargada de dolor, nostalgia y reflexión, por lo que es imposible que el lector o lectora no sienta una sensación de extrañamiento con respecto a su propia vida, conforme recorre estas páginas.
Al hacer un recorrido por las páginas de esta novela es indudable la presencia de la voz poética que describe, indaga y explora la atmósfera y la psicología de los personajes ¿Cuán complicado fue pasar de la poesía a la narrativa?
Creo que, aunque son registros distintos en su génesis, la escritura es un ejercicio de indagación con el lenguaje. En esa medida, claro que existen diferencias, pero este paso fue muy orgánico, por llamarlo de alguna forma, porque quería contar esta historia, y como bien señalas, hay una voz poética que atraviesa todo el libro, es una novela lírica; en ese sentido, la poesía es un elemento que siempre gravita en mi relación con el lenguaje.
En cada una de las páginas de tu novela, existe una fuga entre la realidad y lo onírico para dar cuenta de la psicología así como de los conflictos de los personajes, ¿cómo se dio la elección de estos elementos para construir este mundo que cruza constantemente los límites entre el sueño y la realidad?
Más que lo onírico creo que la protagonista es como un péndulo entre la realidad y su percepción del mundo. Es decir, la fenomenología del espíritu, del personaje. No solo se tiene conciencia del mundo, sino en una tensión dialéctica: somos en tensión con Otros, y eso modifica la forma en la que abordamos el mundo.
La realidad no solo son los hechos, ni las percepciones, es un flujo en el que el personaje principal navega, pero también resiste.
Asimismo, vemos constantemente la figura de lo animal que usas para hablar del cuerpo, de los deseos, así como de las emociones de Aurora, ¿cómo eso funcionó como un recurso que te permitió explorar el inconsciente y lo oculto en tu protagonista?
Más que el inconsciente, la figura de lo animal permite a Aurora conectar con su sentido inicial. Ella es vital, es una fuerza que se libera después de años de contención. No solo es un animal, también podría ser una falla geológica. La Naturaleza no existe, es decir, en la novela la naturaleza se presenta desde la perspectiva de una ecología oscura, tal como lo plantea el filósofo Timothy Morton. Es decir, lo externo a la cultura humana no solo es un espacio decorativo, sino una presencia dialogante.
De la misma manera en “Los cielos de marzo” haces un recorrido de los paisajes que atraviesan los protagonistas a medida que transitan por nuevas etapas de su vida, ¿cuán importante fue el papel de la memoria para reconstruir o recrear estos escenarios?
Escribir es ejercer memoria. Memorias personales o no. Estamos signados por el silencio y el olvido, en la medida en que, mayoritariamente sospechamos las historias que nos cuentan distintas fuentes: el Estado, la propia institución familiar. La memoria de Aurora es una forma de entender su propio presente. Es por eso que, como autora, decidí que era necesario hablar de su niñez o, incluso, de su genealogía, para poder articular sus deseos.
En tu novela, existe una constante experimentación entre collages, poesía, imágenes, juegos dramatúrgicos, etc., ¿consideras que romper los límites de los géneros literarios es, de cierta forma, romper o destruir ese cuerpo hegemónico con el que lucha también tu protagonista?
Sí. Por eso te mencionaba que no encontré resistencia en el proceso de cambio entre poesía-narrativa ya que a la escritura la entiendo como un proceso expansivo y hasta plástico. Un género, o unos recursos documentales (fotos, cuadros, publicidad, etc.), son vías, formas para poder ampliar o de crear otra lectura sobre la misma escritura. Aurora rompe con todo, por ende, el espacio en el que se mueve e incluso el libro, debe ser una expansión de esa fuerza. Las formas y las fuerzas.
¿Cuál fue la parte más difícil en la construcción de esta novela?
La organización de la desorganización. Al no seguir un orden lineal fue complicado mantener las secuencias y la coherencia en el progreso de las acciones narrativas.
¿Cómo ha sido la difusión hasta ahora del libro?
La novela se publicó bajo el sello editorial de Cadáver Exquisito, gracias a los fondos concursables del IFCI. Por ahora estamos en librerías independientes de Guayaquil, Quito y Cuenca como Librería La Española, Casa Morada, La Madriguera, Palier, Cosmonauta, Rayuela; también bajo pedidos particulares. Espero que a medida que el libro se lea se entablen diálogos, como este, que permiten ampliar la llegada de Los Cielos de Marzo a otros lectorxs.
Algún mensaje para todos tus lectores.
Mi gratitud por su lectura y espero que sigan confiando en las editoriales independientes.