La presente antología está conformada por los escritos de algunos integrantes del colectivo Verso inefable. En estos escritos se da cuenta de fantasmas, brujas, y monstruos que habitan en la cotidianidad y que horrorizan a sus protagonistas quienes intentan escapar de un destino marcado por la sombra de lo oscuro.
Este colectivo que cuenta con personas de México, Perú, Cuba, Argentina y Ecuador, fue fundado reciéntemente por Mindy Loría y Andrei Velit quienes planean una serie de actividades, tales como, talleres literarios, concursos de narrativa, reuniones por Zoom, antologías de descarga gratuita, etc.
En la presente antología se busca entregarles algo del talento de estos escritores y escritoras. Quedan invitados a su lectura.
*Los siguientes textos fueron editados por los integrantes del colectivo “Verso inefable”.
*La casa de muñecas. Por Graciela Enríquez (Argentina)
Cuando aquella familia llegó al pueblo, sus habitantes los miraron extrañados, porque casi nunca el sendero traía nuevos pasos por allí. Y lo que más sorprendió a la niña fue un gran letrero que decía “La casa de muñecas”. Se escapó hacia allí, sin que se dieran cuenta. Y aquel lugar abrió sus puertas como invitándola a entrar y con plena inocencia cruzó el umbral. El cual se tornó un sitio extraño y lúgubre, muy parecido al que había entrado, pero muy diferente también. Al continuar caminando no encontró a nadie, solo un dolor en la cabeza y su mundo de imaginación se esfumó. Cuando se despertó, se dio cuenta de que era otra muñeca más de aquella misteriosa casa de muñecas. La buscaron por mucho tiempo y por recónditos lugares y no la hallaron. A los meses de su desaparición, le regalaban para el cumpleaños de su otra hija, una muñeca. El espíritu de la niña había regresado con su familia.
Pequeña discusión. Por Alberto Uriarte (Perú).
Saúl y Norma, jóvenes enamorados, discutían acaloradamente en la habitación que habían alquilado hace algunos días en las afueras de la capital. Por lo tensa de la discusión y apabullada por los gritos de Saúl, la mujer rompió en llanto.
—Con el tiempo podríamos ser buenos padres —dijo Norma con la voz entrecortada—. No seas insensible, por favor.
— ¡Deja de llorar! —gritó el joven mirándola con fastidio.
—Piensa, Saúl.
—No hay nada que pensar, debemos continuar con lo que hemos planeado. Por eso estamos aquí, por eso hemos viajado lejos de nuestras casas, lejos de nuestros padres y amigos, para que ambos tengamos un nuevo comienzo. Sin un hijo. Una criatura nos va a arruinar el futuro, Norma.
—A veces eres tan frío Saúl, que dudo si realmente queda algo de humanidad en ti. Pareciera que no comprendes que se trata de nuestro hijo.
—Te comprendo, pero esta decisión la tomamos juntos antes de llegar aquí.
—No quiero cargar con esta culpa toda la vida. No por favor —dijo Norma frotándose los ojos.
—Nada de culpas, acabemos con esto de una buena vez. ¡Dame el machete! —ordenó Saúl. Saúl, machete en mano, descuartizó a su hijo recién nacido.
—Lo pasaremos por el inodoro —concluyó Saúl.
Mi amor, la enfermera. Por Mirza Mendoza (Perú).
Ella es dulce y buena con quien necesita su ayuda, es la enfermera más adorada de todos los tiempos. Me enamoré perdidamente de ella desde el instante en que la vi. Su fama en el trabajo traspasó las fronteras del hospital. El día de su condecoración por sus años de servicio como excelente profesional de la salud, fue maravilloso; la vitorearon y aplaudieron. Yo la miraba desde un rincón del lugar. Su sonrisa iluminaba mi mundo. ¡Si solo pudiera acercarme a ella para decirle lo que provoca en mí! Son más de veinticinco años que llevo este amor en secreto… guardado en el pecho. Pero, aunque pudiese, no está a mi alcance. Es una mujer casada y fiel, por lo que pude ver. Nunca respondió el sutil coqueteo de algún doctor donjuán; por ello la admiro mucho. Solo me queda esperar, esperar a que se muera. Cuando mi amada salga de su mundo terrenal, estaré aquí para ella, le indicaré el camino a la luz y, seguro, seremos felices en el más allá. Mientras tanto, seguiré escondiendo sus lapiceros, moviendo sus apósitos y termómetros. Muere pronto, amor de mi vida. Quiero que me conozcas ya.
El siniestro callejón. Por Arturo Martínez (España).
En el pueblo había un callejón que todos evitaban, y más por la noche… Se decía que allí habitaba un espíritu maligno que hacía desaparecer a la gente sin dejar rastro de ella.
Claudia era una chica que no creía en lo paranormal y llegaba tarde a la cita con un amigo, por lo que se detuvo frente a la entrada del escasamente iluminado pasaje maldito del pueblo.
-Es una historia absurda y llego tarde… ¡¡¡Qué diablos!!! –exclamó entrando en su interior sin temor.
No fue hasta la mitad, aproximadamente, que empezó a inquietarse al sentir una extraña presencia junto a ella, por lo que apresuró su paso, asustada.
-Nunca debiste entrar en el callejón, Claudia. ¡¡Vas a ser mía por toda la eternidad!! –escuchó como un leve susurro arrastrado por el extraño viento que pasó a su lado.
Ya definitivamente asustada corrió todo lo que pudo hasta lograr salir de allí, suspirando aliviada al poner los pies fuera de ese callejón aterrador. Vio a su amigo esperando en la puerta del bar en que quedaron y le gritó para avisar que había llegado.
-Pedro, ya estoy aquí.
-¡Y yo también!, reclamando lo que me pertenece… –oyó a su lado.
Aterrada por la siniestra voz, se volvió hacia ella y vio formarse una imprecisa figura negra de la que surgieron múltiples brazos que la atraparon y engulleron en su interior.
Al girarse su amigo, tan solo vio la calle vacía y ni rastro de ella.
Putrefacción humana. Por Bruna Kishimoto (Brasil).
Todo tiene un comienzo y un fin, nosotros humanos siempre vamos por la vida pensando que el fin no llegará. Y yo solía ser así, tenía la vida perfecta, la familia perfecta, pero sin saber me había convertido en una princesa, una que solo podría vivir en un palacio de cristal. Nadie sabe cuándo fue que la sociedad empezó a desplomarse, tampoco importa, yo ya estoy cansada…
Me quiero morir…
Las calles apestan a muerte y el aire que respiro se siente contaminado por el azufre, la radiación y la sangre. Tengo miedo de mirarme al espejo, pues siempre me he preocupado con mi piel, con mi ropa y mi cabello, cabello que ahora llevo seco también teñido por el carmín de la sangre seca que me lo ha endurecido. Hace días que no me lo cepillo, hace días que no me muevo, con la pierna rota no podría llegar muy lejos, jamás pensé que yo solo podría quedarme sentada entre la sangre y mi propia suciedad, supongo que nadie nunca sabe lo débil e insignificante que es hasta que vive en carne propia lo precario de sus propias circunstancias.
Oigo unos ruidos y no, no son los gritos habituales que se escuchan de afuera, sino más bien el ruido que hace un animal al devorar la carne. «Otra vez, es insaciable» Pienso, mientras observo como aquel monstruo que alguna vez fue mi padre se devora el cuerpo putrefacto de mi madre, seré la próxima y ansío sea pronto….
¡Corre! Por Alejandro Chang (Cuba)
“-¡Corre! ¡No te detengas! ¡No te rindas!”-Estos pensamientos llenan sus sentidos mientras avanza fatigosamente a través de la vegetación enmarañada. Siente detrás los saltos acompasados y terribles de la fiera, acercándose, hambrienta y despiadada.
Los ojos se nublan por el esfuerzo y el miedo, que penetra hasta lo más profundo de su alma, congelando la sangre en las venas. Las fuerzas disminuyen rápidamente y el sentimiento de derrota inunda el ánimo.
Desesperada, respirando entrecortadamente, se arrastra en busca de un refugio que no aparece ante su mirada perdida. Ya está muy cerca el aliento de la muerte, se escuchan los jadeos del terrible carnívoro.
En un último y maquinal intento de escapar al inexorable destino, se introduce en lo que parece ser un apretado macizo de plantas de hojas alargadas y gruesas. De pronto, el suelo desaparece bajo de sus pies, y rueda cuesta abajo por una empinada pendiente.
El león, furioso, ruge de impotencia ante la presa que acaba de escaparse de sus garras. Dándose la vuelta, se dirige al interior de la selva, en busca de otra pieza desprevenida.
Al llegar al fondo del precipicio, magullada, adolorida, aún con los ojos abiertos como platos, reflejando el espanto que la embarga, se sienta y apoya la espalda en el tronco de un árbol. Ininterrumpidamente, se deshace, primero en risa, después en llanto, incapaz de creer aún que escapó de la muerte.
Solo atina a mirar al cielo y expresar su agradecimiento: “-¡Gracias, Dios, por salvarme la vida!-”.
Legión. Por Aldo Méndez (México).
El juicio había terminado y ella consiguió lo imposible, dio el paso final y convenció al jurado que, el riesgo de ignorar el padecimiento de su cliente podría ser el catalizador de crímenes futuros.
Su apuesta de todo o nada funcionó y a través de una votación muy cerrada, logró que su cliente fuese declarado no culpable por homicidio doloso; pudo preservar su prestigio y el de su firma y por fin podría tomar un respiro.
Caminó hacia la oficina donde él la esperaba, se preguntaba cuál de las personalidades le daría la bienvenida cuando abriera la puerta, pero al llegar ahí, él no estaba, tan solo había una nota con un mensaje espeluznante:
“Le agradecemos por todo esto, pero tenemos cosas por hacer; como muestra de respeto profesional, le obsequiaremos un pedazo de tejido de nuestra próxima invitada, no necesitaremos su dirección… Sabremos donde vive”
Los que somos muchos.
La cajita de música. Por Mónica Montoya (México).
La cajita de música está rota, pese a ello, su bailarina da vueltas y vueltas. Jamás se detiene. La mueve el alma inquieta de mi dulce nietecita.
Una mancha de ignominia en la naturaleza. Por Andrei Velit (Perú).
Debo permanecer en silencio: ¡el monstruo se acerca! Puedo sentir sus pasos pisando la hierba. Ha estado siguiendo mi rastro durante días y a pesar de mi sigilo y astucia, no he logrado engañarlo. Su presencia putrefacta contamina el aire, su hambre desmedida ha transfigurado lo natural corrompiendo la cadena trófica. ¿Puede alguien matar por placer? La criatura lo sabe; ha tomado posesión del lugar que mis ancestros llamaban hogar y me los ha arrebatado a todos, convirtiéndolos en enfermas exhibiciones.
Ya no sé qué hacer, me siento arrinconado en un mundo dominado por esas bestias. ¿Cuándo fue que todo cambió? ¿Acaso no existe un ser supremo que vele por nosotros, los más desprotegidos? He presenciado el terror, he visto a otros habitantes sucumbir ante su crueldad.
La criatura, y sus iguales, nos han acosado hasta rozar la extinción. Ahora que lo pienso; debo ser el último de mi especie. Me devorarán sin piedad o usarán mi piel para cubrir sus fríos cuerpos. Fabricarán collares con mis ojos o extirparán mis órganos para freírlos… sea lo que sea que hagan conmigo… ¡mi vida está sentenciada!
Ya no tengo dónde huir y el miedo no impide que pueda sentir su obsceno olor.
Recuerdo que mi padre me lo había advertido: primero acabarán con nuestro alimento, luego, nosotros seremos su alimento.
Maldigo el día en que esos inútiles monos comenzaron a pensar hasta
humanizarse… Miles de años después, son los asesinos más peligrosos del planeta:
¡Hoy acabarán con mi especie para siempre!
Una noche épica. Por Marisela Riquelme (Chile).
—Sentémonos hija, ya se está enfriando ¿Qué vas a querer? Tengo costillas y
muslos.
—Quiero ambos, mamá. Estoy exhausta, ha sido una locura este Halloween. Comeré
rápido y me iré.
—Tu abuela estaría orgullosa de ti.
—¿Lo crees?
—No lo dudo. Desde que ella estaba con vida, no veía un banquete como este. Aún
lamento su partida, si no fuera por ese pequeño descuido.
—No seas tan dura contigo. ¡Uf! Ve la hora que es, ya me voy, aún queda noche y los
jóvenes me esperan.
—Recuerda sé tú misma, es mucho más convincente y no olvides poner más palos al
fuego. No debemos descuidar el caldero.
Peligro inminente. Por Ellen Cuebas (Cuba).
Totalmente confundida por la visita inesperada, ella dio dos pasos atrás.
— Bien, ¿por qué preguntas?
— ¿La has visto…?– El tono de Johnny le infundió un inexplicable terror a Alexandra, quien le preguntó bruscamente a él qué quería.
— Ella…– continuó entre balbuceos– Ella lo sabe todo. No la conoces, es muy peligrosa, no imaginas de lo que es capaz…
— ¿A qué te refieres?– Ale ya se sentía con mucho miedo.
Johnny se apresuró hacia la puerta y justo antes de cerrarla tras de sí, dijo algo que estremeció a su amante:
— ¡Huye!
¡Qué parranda!. Por Patricia Olvera (México).
De día, todos eran recatados, dóciles e inexpertos cocineros con sus insípidos delantales, obreros amargados gobernados por sus frustraciones. De noche, vestían un heroico satín sádico mientras bailaban al ritmo de las luces estrobo color carmesí. Las Annitas (Radcliffe y Rice) bebían sangría helada al tiempo que fumaban tabaco de una manera afanosa; en otra mesa Ramsey Campbell y Lovecraft compartían su coñac y el hálito de un cigarrillo que los llevó a las más caóticas dimensiones. Y al fondo, la disputa por saber qué pesadilla era superior no se hizo esperar, Stephen alegaba que los niños aterrados por los payasos era algo sublime, por su parte, Bram sostenía que los vampiros eran honrados hasta por el Vaticano.
Y a lo lejos la alarma de mi reloj me avisaba que el sol había salido ya.
– ¡Caray, mi voto lo tiene Stoker!
Nuevo look. Por Andrea Flores Saavedra (Cuba).
Anoche me visitó la parca. ¡Quedé petrificada! La conocí por los cuencos de los ojos, su
nariz de lechuza y su voz de flautilla desafinada.
Usaba un elegante vestido negro todo trabajado en lentejuelas doradas, unas botas con casquillo y tacón dorados que hacían juego con el vestido, y una cabellera rubia y larga.
Al ver mi turbación, dijo:
— No te asustes. No vengo a llevarte. Solo quiero que me digas algo de mi nuevo look —
dio una vuelta en redondo y prosiguió:
— Pasé por una boutique y vi esta hermosura de vestido y estos botines maravillosos.
Cuando quise pagar, no tuve que hacerlo, pues todos habían salido despavoridos. Me
vestí, me puse esta peluca que guardo desde hace tiempo y aquí estoy. ¿Cómo luzco?
Incapaz de articular palabra, sentí cómo de mis entrañas la voz salía casi de ultratumba,
y, con un grueso escalofrío recorriendo todo mi cuerpo, silabé:
— Im – pre – sio – nan – te — y sentí cómo todo mi ser se estremecía de terror.
— Entonces, si el mundo cambia, yo también cambiaré — expresó, y contoneando su
cuerpo, salió caminando.
Ya se iba cuando me di cuenta de que le faltaba algo.
— Oye —le dije — ¿y la guadaña?
— ¡Ah, la cambié por un celular! Ahora, con el adelanto de las tecnologías no quiero parecer
anticuada. Así puedo llamar a mis elegidos con días de antelación para que tengan tiempo de arreglar sus asuntos, visitar familiares y amigos, pagar promesas — y volvió a salir, ahora casi bailando.
Poco a poco me volvía el alma al cuerpo, cuando la escuché gritarme:
— Oye, dentro de tres días te timbraré al celular