Por Claudia Posadas*
Antes de partir, la poeta y ensayista argentina Tamara Kamenszain (1947-2021) generosamente me envió una selección de sus poemas que serían incluidos en un ensayo sobre su obra, como parte de una serie de trabajos sobre poéticas escritas por mujeres hispanoamericanas que he publicado en diversos espacios. “Hola. Te envío un fragmento que tiene que ver con la pandemia. Es de un libro nuevo titulado Chicas en tiempos suspendidos (2021)1 que se está distribuyendo esta semana. Abrazo muy grande y puedes usarlo, citarlo, estrujarlo o lo que quieras hacer”, me dijo.
En 2014 había entablado contacto por primera vez con Kamenszain a raíz de un ensayo que estaba realizando sobre la poeta argentina Olga Orozco, que introduciría una entrevista que sostuve con ella en México en 1998 cuando obtuvo el Premio de Literatura y del Caribe Juan Rulfo, hoy Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances.2 La conversación con Tamara me era crucial, puesto que su prólogo para Olga Orozco. Poesía completa (Adriana Hidalgo editora, edición de Ana Becciú, 2012) es una pieza fundamental para caminar en la poesía de Orozco de la que me interesaba ahondar en algunos de sus planteamientos.
Por otro lado, aunque aunado lo anterior, en mi texto introductorio, entre otros aspectos, destaqué ese diálogo a nivel de la psique entablado por Olga “con los que habitan más allá de la niebla”, como dice la poeta, es decir, con una dimensión elusiva y simbólica pero perceptible a través de la poesía o de la conciencia. A Kamenszain le interesó la idea, además de que se mostró receptiva con cierta experiencia personal en la que, de una manera muy profunda e intensa, he entrado en un diálogo invisible y permanente con determinadas autoras a quienes, después de haberlas entrevistado (con conocimiento de su obra dentro de un diálogo periodístico-crítico) en años anteriores y debido a su ausencia física, ya no me es ni será posible volver a conversar con ellas y preguntarles sobre aspectos fundamentales de su poesía que he descubiertoredescubierto bajo la luz del tiempo y las relecturas.
Olga Orozco es una de ellas.
Cuando en 2021 Kamenszain me envió sus poemas de inmediato di lectura a Chicas en tiempos… para contextualizarlos dentro de su obra. En una primera mirada, consideré que en ese libro estábamos ante su gran poética, aunque tenía cierta duda. Poco después, me sorprendió y tomó por triste sorpresa la noticia de su partida porque habíamos retomado el diálogo en torno a la dimensión de niebla en la poesía de Orozco, aspecto que me sigue interpelando en cada relectura y porque en uno de los poemas que Kamenszain me envió, inesperada y acaso
extrañamente, hacía referencia a la peruana Blanca Varela. Pero no una mención común, sino trascendente dentro de estos universos de lo invisible, ya que la poeta argentina entrevió, en un gesto de Varela, y en una comunión de conciencias más allá de la vida, un rasgo definitorio en el ethos de la peruana puesto que en su poema reflexionaba sobre la afasia que Blanca padeció después de la súbita pérdida de su hijo, como consecuencia de la pulsión dolorosa y del espíritu en desconsuelo, cuando ya se dijo todo: Blanca Varela perdió a su hijo en un accidente de avión y según dijo su nieta cuando fue a recibir el Premio Reina Sofía en nombre de ella, (…) Blanca “ha perdido el don de la palabra sumiéndose en un silencio deliberado que con los años ha llegado a convertirse en una condición fisiológica”. La abuela de la nada parece haberle cedido la palabra a su nieta para que sólo diga que no queda nada por decir.3
Esta idea del silencio como voluntad última del duelo me es crucial y simbólica no sólo por esta visión trascendente y certera de Kamenszain, sino porque también, al igual que con Olga, sigo conversando con Blanca en ese espacio atemporal y silente de la relectura. En 2001 tuve oportunidad de entrevistar a Varela por haber obtenido el Premio Octavio Paz de Poesía y Ensayo4; sin embargo, en estudios posteriores de su obra me di cuenta de que ella, al igual que Orozco, entreveía una-otra orilla gravitante y perturbadora no desde la psique y la niebla, como Olga, sino desde la razón y el cuestionamiento de la realidad. Esto también le pareció oportuno a Tamara aunque, desgraciadamente, este diálogo fue interrumpido por su sensible partida por lo que, de la misma forma que con Varela y con Orozco, no será posible ahondar, con todas ellas, sobre las secretas y poderosas corrientes de su poesía.
Con base en estas consideraciones, cuando ya “no queda nada por decir”, ya sea por un golpe traicionero de la realidad, como el que recibió Varela al saber la noticia de la muerte de su hijo en un accidente aéreo o por el tránsito final más allá de la niebla, como sucedió con Olga, y
debido al cierre de ciclos temáticos que implica este último libro de Kamenszain a la luz de su despedida, es que me percaté (y de nuevo dentro de ese espacio de la niebla, de lo no visible) que dicho volumen no sólo significa su poética, sino su gran testamento literario.
Poseedora de una vasta obra, se destaca La novela de la poesía (2012), su gran antología poética en tanto implica una concepción estética preciada a la autora que es el considerar la “novela” (en un sentido dramático y estructural), pero ante todo el “el correlato” (en un sentido psicológico y simbólico) como sustento y sustancia del poema ya que en estos elementos, como ha dicho la crítica, “se cifra una trayectoria, una vida escrita”. Es decir, cada libro sería parte de una historia entre biográfica, invisible y generacional dicha y vista a través de la poesía. De esta forma, como dice Mercedes Halfón, podríamos “mirar cada uno de sus poemarios como el capítulo de una novela que narraba por otros medios la historia familiar, generacional y literaria, las genealogías y las filiaciones. Presente y pasado se tocaban en un gesto muy vital, de reconsideración emocional de lo escrito y vivido” 5.
Sobre la poética de Kamenszain se afirma en Medusario, antología canónica de los neobarrocos (generación de la que es voz cantante aunque presencia independiente) y donde también es autora del epílogo, que “implica una observación cuidadosa y detallada de los recintos interiores. (…) esa posibilidad femenina de espiar en las costuras para ver las construcciones por su reverso”, lo cual “se origina en una rebelión interior, que comienza por desmenuzar cada una de las actividades grandilocuentes y pomposas de la tradición masculina”.6
Chicas en tiempos… cumple con estas medusarias premisas puesto que la escritora apela a una estética de revelar, “denunciar” el revés de lo vivido y observado, a través de una sutil ironía, de una inteligencia sarcástica, escrita en una prosa directa, contundente, desarrollada en esplendor después de que la poeta adhiere, a una frase, a una especie de proposiciones poéticas de vida, de pensamiento y teóricas, una vuelta de tuerca a partir de la referencia a ese haikú de Kobayashi Issa: “y sin embargo, y sin embargo” (el famoso nagara / sari nagara) que, en general, da pie a una-otra posibilidad irónica, melancólica, triste, poética, mítica, o incluso trascendental de lo dicho.
Digamos que la voz poética toma la forma de una sonrisa de Gato Cheshire que, desde la sombra junguiana de una psique juguetona y perspicaz, descubre la paradoja y el desencanto que signan al mundo y a sus órdenes.
Por otro lado, y también medusariamente hablando, se desinstalan las premisas “de la tradición masculina”, en este caso del canon, porque en Chicas… se revisita y revive a las precursoras de la poética argentina: Alfonsina Storni, Juana Bignozzi (“Experta en tratar con los vates / la poetisa de armas tomar / los enfrentaba cuando todavía nadie / se había animado a hacerlo 7), Amelia Biagioni (nuestra loca del altillo, nuestra Dickinson / (…) nuestra victoriana más osada 8) y a las poetas de otras geografías latinoamericanas (la uruguaya Delmira Agustini, Varela…); a otras “abuelas”, las Abuelas de la Plaza de Mayo, a poetas contemporáneas, e incluso a sí misma, todas ellas juzgadas bajo la mirada de “los vates”, como diría Kamenszain: “Poetas y poetisas, chicas y abuelas se reencuentran en este libro en el que son las protagonistas de una suerte de carrera de postas sin principio ni final… Pero también es una carrera de obstáculos: hay que aprender a sortear a los vates que no son gritones ni tienen vida personal, que sólo se enamoran del amor, no como las chicas que hierven chauchas y no quieren convencer a nadie con lo que escriben” 9:
“Esas chillonerías de comadrita
que suele inferirnos la Storni”
escribió Borges como diciendo
los vates no gritamos
los vates no tenemos vida personal
no somos compadres de nadie
no sacamos los trapitos al sol
si nos enamoramos es del amor
y no de las personas que escondemos
debajo de la alfombra de la retórica
para evitar el escándalo.
“Me gustas cuando callas porque estás como ausente”
había escrito el joven Neruda.
Y sin embargo y sin embargo (…)
Muchos años después la musa muda
que inspiró Los versos del Capitán
resultó no ser esposa sino amante. 10
De acuerdo con Halfón, en entrevista, Kamenszain le comentó que Chicas… nació a partir “de algunas ideas, algunas lecturas de sus poetas mujeres favoritas”. En efecto, en esta re-visitación reflexiona no sólo en torno a la poesía de las autoras mencionadas, sino de autoras como Ane Carson, Emily Dickinson, Teresa de Ávila, Sor Juana, Margo Glantz (a la que dedica el libro) y de jóvenes poetas, hermanando sus escrituras y sus musos:
Para el último tomo
de la Historia feminista de la literatura argentina
me pidieron un artículo sobre las poetas del S XXI.
Voy a investigar qué pasa con el amor
en lo que escriben esas chicas de hoy
me propuse entusiasmada.
Y sin embargo y sin embargo
decir poeta para decir amor
no me combinaba.
Me puse entonces a comparar musos
y los de Alfonsina y los de Delmira
parecían entenderse de maravilla
con los de Cecilia Pavón y los de Celeste Diéguez.11
Es así como Kamenszain despliega en este libro un recurso fundamental en su obra que es la fusión de la teoría literaria, filosófica y de pensamiento occidental con el poema. Esto se desarrolla cabalmente en esta poesía prosística en la cual se inserta con naturalidad el discurso de la subjetividad y el de las ideas, sometido a al cuestionamiento sonriente.
Veamos este caso en particular. El asunto en Chicas… es, como se dijo, la reflexión reivindicatoria de la poesía ejercida por lo femenino en la que el estudio amorosísimo (y encauzado en sus ensayos antológicos) sobre las antecesoras, sobre estas “abuelas” denostadas por el “vatismo extremo”, diría la autora, bajo ese apelativo de “poetisas” (“Poetisa era noble / hasta que se la usó para despreciar / a nuestras propias abuelas / las grandes versificadoras del amor”,12) le proporciona a Tamara ese término mismo de poetisas que se le presentó, como dice en Chicas… “como milagrosa lengua muerta/ y explotando de anacronismo inclusivo”,13 y sin embargo y sin embargo… en ese justo poema, la Kamenszain recuerda que Didi-Huberman dice que “el anacronismo es fecundo”, por lo que esta poeta-ensayista asume y se asume en el término, reapropiándose de él como una actitud pero por sobre todas las cosas, como una poética sin miedo que nos interpela:
Si él me llama le dices que he salido
había pedido Alfonsina mientras se suicidaba
y eso nos dio miedo.
Mejor poetas que poetisas
acordamos entonces entre nosotras
para asegurarnos aunque sea un lugarcito
en los anhelados bajofondos del canon.
Y sin embargo y sin embargo
otra vez nos quedamos afuera:
no sabíamos que los poetas
gustan de volverse vates
mientras a las chicas en lenguaje inclusivo
la palabra vata no nos suena
porque las mujeres no escribimos
para convencer a nadie.
Por eso la poetisa que todas llevamos adentro
busca salir del clóset ahora mismo
hacia un destino nuevo que ya estaba escrito
y que al borde de su propia historia revisitada
nunca se cansó de esperarnos.14
Al mismo tiempo, los reconcomios teóricos se fusionan, impecablemente a “la novela de la poesía”, al correlato biográfico-simbólico-psicológico de la conciencia T. K., esa “nebulosa biográfica” (dice Barthes, citado por la autora) reflejada en un honesto mirarse de la poeta en esa “poetisa que todas llevamos adentro”, es decir, en el rostro-escritura de esas maravillosas “abuelas” como Delmira (“la primera divorciada del Uruguay”15):
Cuando en 1999 escribí un ensayo sobre Delmira
me estaba separando después de 25 años
de matrimonio.
Lo titulé “La divorciada del modernismo”.
Me refería a ella, por supuesto,
y sin embargo y sin embargo
¿hablaba también de mí? 16
Sí, Delmira, que es, además y precisamente, en esta reivindicación histórico-sociológico-poética
y de género que hace Tamara, “la primera víctima del feminicidio”, visión que coloca el discurso
de este libro en pleno diálogo con las problemáticas actuales las que, como podemos ver, son las
que han sido:
“Él se suicidó sobre el pecho sangrante de la amada”,
tituló El Día de Montevideo evitando hablar sobre ella.
Entre la metáfora modernista de un pecho sangrante
y la palabra feminicidio que no existía
Delmira se las ingenió para hacer y deshacer con la lengua
lo que le quedaba por decir.
Extraño amad de mi musa extraña,
le había escrito ella a ese muso
que escarmentó el verso
hasta hacerlo sangrar.17
Chicas en tiempos suspendidos significa una poética reivindicatoria y “desvatizante” del trabajo tanto de estas precursoras y en general de la poesía hispanoamericana escrita por mujeres, como de la autora misma porque en este libro reflexiona sobre lo femenino que escribe, sobre su circunstancia, contexto, psique, historia y pulsión por esta chica-poeta-pensadora que es Tamara K., y por esta poetisa que es, que somos todas. Así las cosas, y a estas alturas, me es imposible no citar este impecable ejemplo de antipoética “vatística” que Tamara-poetisa nos enunciadenuncia por supuesto, desde su media carcajada, rebanada de sandía de gato Cheshire. Vale decir que los siguientes versos son la continuación del poema citado anteriormente, donde se hace referencia a Neruda y a sus versos del Capitán:
El adúltero culposo lo confiesa en sus memorias
para que las metáforas ilegítimas no lo delataran
decidió esconder su persona de autor
detrás del anonimato.
Pero esto no fue todo.
Para que el ardid resultara creíble
se inventó un prólogo de ficción
donde una tal Rosario de la Cerda
le envía al editor un manuscrito
diciendo que su anónimo Capitán
lo había escrito para ella:
“Sus versos son como él mismo: tiernos, amorosos, apasionados
y terribles en su cólera.
Era un hombre privilegiado de los que nacen para
grandes destinos (…) mi placer
más grande era sentirme pequeña a su lado”
dice Pablo Neruda de sí mismo
en una doble operación de vatismo extremo:
se trasviste de mujer para hacerla callar
o para dejarla hablar únicamente
cuando se refiere a él…18
Ante esto, qué más decir. Por otro lado, y además, Chicas… significa un aceptar, revalorar, deconstruir y reconstruir la herencia, el camino que a sangre abrieron estas “viejísimas novísimas”, bisabuelas, abuelas quienes, como si estuviésemos en una Plaza de Mayo Poética, buscan a sus hijas, a sus nietas, bisnietas, aunque ahora son las nietes quienes encuentran a las abueles en la Plaza de Mayo de la poesía de Tamara, Plaza que las-nos convoca y hermana ya sin temor ni vergüenza de nuestra condición poetisa donde reconocemos, como estandarte de batalla, los términos, los signos de la denostación y destrucción de lo femenino que habían estado latentes:
La palabra feminicidio
no la teníamos,
la palabra muso
no la teníamos
la palabra vata
no la queremos.
Pero la palabra poetisa sí. 19
Este libro fue escrito durante el primer confinamiento “como si no me perteneciera / de golpe se me cae pegada / a los días de la pandemia / una fecha: Marzo-diciembre de 2020”,20 es decir, en esos “tiempos suspendidos”, concepción que Jacques Rancière (uno de los “anti-vates”, junto con Enrique Lihn, que son mencionados como tal en el volumen) acuñó para referirse a la pandemia de 2020 y de la que T. Kamenszain se apropia, por supuesto que irónicamente ya que más que tiempos “vatísticos”, son tiempos alternos de develación-revelación-renovaciónsuspensión para las chicas-poetisas.
Pero igualmente, dentro del correlato de su obra, y a la luz de su temprana partida, este libro definitivamente es un testamento. Tamara revisa su historia, sus filias, su genealogía, su canon, “las alusiones a la cultura judía, el psicoanálisis, el tango, la soledad”, como dice la crítica, además de que reafirma su “Poesía Antipatriarcal”, a la manera de Gertude Stein; asimismo, retoma y “redoma” sus cavilaciones sobre la enfermedad que padecía (un cáncer) y por supuesto sobre la finitud en este libro donde, como refirió, como bajo continuo, que “lo que empieza como poesía suele terminar como novela” aunque, cuando ya se dijo todo, “lo que empieza como poesía debería también terminar como poesía” y sí, en este, caso no en la “novela de la poesía”, sino en la poesía de la novela de Tamara Kamenszain y sin embargo y sin embargo…
…una poesía donde gravita la dimensión de ese dialogo intangible que cumplo, como poética personal y convicción, con Olga Orozco, con Blanca Varela y ahora también con Tamara Kamenszain, desde ese espacio atemporal de todas nosotras, poetisas, “chicas en tiempos suspendidos”. Cuánto por decirles, cuánto por preguntarles, por celebrar de su poesía. “Reunir una obra poética supone que un hilo invisible la fue encuadernando durante años y que sólo queda hacerlo evidente”,21 dijo Tamara sobre Orozco en ese prólogo de la Poesía completa. Sí, esos hilos invisibles que con el tiempo se me han hecho más evidentes o me han mostrado segmentos que no había considerado cuando, “con esta boca, en este mundo”, diría Olga Orozco, tuve el regalo de conversar con ellas. Sí, esos hilos inmateriales que todas ellas, grandes espíritus de nuestra poética hispanoamericana, tejían y unían, tejen y unen, desde ese territorio imperecedero que es la poesía de nuestro continente. Por ello esa traída a cuento de Blanca Varela por parte Tamara no fue causal y ya no me es extraña puesto que en el tiempo y el espacio, estas poetas son conciencias consonantes más allá de la niebla que nos interpelan cuando “ya no queda nada
por decir”,
pero queda todo…
1 Nota bene. Todos los poemas de Chicas en tiempos suspendidos, Eterna Cadencia Editora, Argentina, 2021, de Tamara Kamenszain, son tomados de la edición digital, EPUB, para Kindle, de julio de 2021, por lo que no es posible citar con exactitud una página de referencia. Sin embargo, para su correcta ubicación, se mencionará el capítulo del libro al que pertenecen.
2 Claudia Posadas, “Apremiar a Dios para que hable”, entrevista con Olga Orozco, Guardagujas, suplemento cultural de La Jornada Aguascalientes, núm. 106, México, 16 de agosto de 2014. https://issuu.com/jornadags/docs/guardagujas106
3 Tamara Kamenszain, op. cit., Capítulo II, “Abuelas”.
4 Claudia Posadas, “La poesía, un mester de villanía”, entrevista con Blanca Varela, Revista Tierra Adentro, septiembre de 2018, https://www.tierraadentro.cultura.gob.mx/la-poesia-un-mester-de-villania-entrevista- con-blanca-varela/5 “Despedida a Tamara Kamenszain”, en Página 12, 8 de agosto de 2021, https://www.pagina12.com.ar/359116-despedida-a-tamara-kamenszain
6 Roberto Echavarren, José Kozer, Jacobo Sefamí, Medusario. Muestra de poesía latinoamericana, Fondo de Cultura Económica, col. Tierra Firme, México, 1996, p. 235.
7 Tamara Kamenszain, op. cit., Capítulo III, “Chicas”.
8 Idem.
9 Ibid., introducción.
10 Ibid., Capítulo I, “Poetisas”.
11 Ibid., Capítulo V, “Fin de la historia”.
12 Ibid., Capítulo II, “Abuelas”.
13 Ibid., Capítulo V, “Fin de la historia”.
14 Ibid., Capítulo I, “Poetisas”.
15 Idem.
16 Idem.
17 Idem.
18 Idem.
19 Idem.
20 Ibid., Capítulo V, “Fin de la historia”.
21 Tamara Kamenszain, “Prólogo”, Olga Orozco. Poesía Completa, Adriana Hidalgo, 2012, Buenos Aires, p. 7.
*CLAUDIA POSADAS (México). Poeta, ensayista y gestora cultural. Miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte, FONCA-CONACULTA, 2011 y 2016. De la misma instancia ha sido becaria en el Programa de Intercambio de Residencias Artísticas para Chile (2008), en Jóvenes Creadores en Poesía (2000 y 2005), y en el Programa de Fomento a Proyectos y Coinversiones Culturales con una investigación sobre literatura iberoamericana contemporánea (2002). Ha publicado La memoria blanca de los muros (poesía, 1997) y Liber Scivias (2010), Premio Internacional de Poesía Jaime Sabines 2009, reeditado por la UNAM en 2016.
Poemas suyos han sido incluidos en antologías de orden iberoamericano como El atanor encendido. Antología de Cábala, alquimia, gnosticismo (UNAM, 2019); Bajo la estrella, el viento. Mujeres poetas de las dos orillas (Huerga y Fierro editores, España, 2016); Antología General de la Poesía Mexicana (Océano, 2014) y Vientos del Siglo. Poetas Mexicanos 1950- 1982 (UNAM, 2012).
Entrevistas suyas con escritores iberoamericanos de primer orden y ensayos sobre el tema han sido publicados en diversos libros en México, España y América Latina.
Asimismo, es autora y compiladora de la antología Carmen Berenguer. Plaza tomada. Poesía, 1983- 2020 (Universidad Autónoma de Nuevo León, México, 2021), que incluye una presentación de Julio Ortega.