Me gustaría focalizarme, primeramente, en el título “Femme” (Ed. Mutanta, Argentina) del nuevo libro de la poeta argentina Flor Piedrabuena. Una definición asociada al término “Femme” es la de un sujeto/a/e que subvierte la femineidad, pero sin por eso rechazarla. Es decir, que quiere alterar el orden establecido de la femineidad, pero sin querer destruirla o aniquilarla en el intento.
Por otro lado, el término femme también puede ser utilizado como género en sí mismo.
Desde el título es casi imposible no entrar de lleno en un cuestionamiento que seguirá hasta el final del libro sobre la cualidad de lo femenino. A diferencia de otros libros sobre esta temática, encuentro en éste un marcado posicionamiento en el cual la autora no se ubica en una búsqueda, sino más bien, un paso más allá de la búsqueda: está proponiendo otra realidad en torno al ideal de ser mujer en un contexto de heteronormatividad y heteropatriarcado.
Seguido al análisis del título, pienso en el concepto de Femme Fatale. Aunque Fatale está ausente —y esto no es una casualidad—, hay algo del arquetipo de femme fatale que resuena mientras leemos los poemas. Una femme fatale tiene la habilidad de seducir y conquistar, mientras a su vez, esto mismo le otorga un poder sobre sus objetos de seducción.
Así vemos en los primeros versos del poemario esta cualidad de seducción, seguida de una supuesta estructura de una trampa, concepto poderoso dentro del desarrollo natural del arquetipo de la femme fatale. Seducción y trampa son dispositivos que podrían parecer entrelazados en una primera lectura del primer poema “Legítima defensa”:
Legítima defensa.
Tener en el cajón
de los forros
al lado, un cuchillo
filoso, pequeño, maleable
por si a mi amante se le ocurre
algo que yo no quiera
Sin embargo, es en una segunda lectura de este poema en donde está la clave que nos muestra que pensar en términos de una femme fatale es un reduccionismo a una ecuación más compleja, y que, en consecuencia, categorizarlo así sería un error.
Así, los siguientes versos del poema continúan: “y aprender a cortar / que es lo que más me cuesta”. Aquí ya nos adentramos a un mundo en el cual el yo poético, en esa respuesta defensiva, muestra su vulnerabilidad. El acto de cortar encierra violencia, pero ese acto es en respuesta a otra violencia. Ese cortar no es un deseo, sino más bien, una respuesta. Este aspecto es fundamental para entender el posicionamiento del sujeto poético.
Esa respuesta, que parece la única posible en este escenario opresivo en el que un amante puede hacer cosas que un/a/e otro/a/e no consiente, no deja de tener un impacto también político, aunque pase dentro de la esfera íntima. Siguiendo la línea de Kate Millet en su tesis Política sexual, lo personal es político.
Dicho esto, cabría hacerse la pregunta de si este poemario realmente trata sobre una Femme Fatale o no. Mi respuesta, pese a que todo indicaría que sí según las apariencias de este escenario, es un no. Este libro pretende marcar una fuerte línea, un límite, un territorio, un territorio femenino que aparenta ser naturalmente categorizado por las sociedades. Este libro nos invita a cuestionar esas categorías y a romperlas, mientras se marcan los límites en consecuencia de un empoderamiento que está claramente y previamente adquirido por el sujeto poético.
Es por esta razón que, hacia el final del mismo poema, podemos leer: “quiero olvidar que guardo un arma entre mis cosas/ si guardo un cuchillo cerca no duermo sola”. El arma, este instrumento letal, no es guardado con “felicidad”. Hay claramente una incomodidad en el hecho de tener un arma guardada. Por eso, esto nos vuelve a llevar al título del poema: “Legítima defensa”. Siguiendo esta línea, la defensa es legítima y es una necesidad en un mundo donde las femineidades necesitan armas de defensa para sobrevivir.
El final del poema termina por darle un cierre a todo este planteo aquí descripto: “Soñar como sirena es metáfora, transformarme en femme fatale es un imperativo”. Véase que femme fatale está en negrita en el poemario. Eso demuestra una intencionalidad en la autora. Y este final abre de este modo otra puerta, la puerta que nos lleva a poner los pies en la tierra, en la realidad. Nos invita a salir del terreno ideológico para accionar.
“Legítima defensa” es un poema que está perfectamente situado al inicio del libro. Es desde el principio que vamos a entrar en esta esfera en la que la percepción de la mujer se cuestiona desde esa primera e intuitiva lectura. Me atrevería a decir que en este poemario casi todos los preconceptos femeninos son desafiados.
Por ejemplo, si pensamos en el estereotipo que relaciona a la mujer conectada al mundo emocional, en contraste con el universo masculino que reprime las emociones, ese estereotipo es puesto en duda en los últimos versos del poema “Acción directa”:
“[...] nunca supe decir bien las cosas que siento
y quizás te resulte extraño
mi amor es un piquetero hambriento
a punto de saquearte” (Acción directa)
Lo mismo ocurre en relación al estereotipo de la mujer conflictiva. Esto puede verse en el poema llamado “Bebé, mándalos a la mierda”. Además de que “bebé” está situado de manera ingeniosa, también, simultáneamente, desafía a los estereotipos anteriormente mencionados:
“Bebé,
hace falta que nos entendamos:
el problema no sos vos
el problema es que como vos, hay muchos”
Ahora el estigma se redirecciona, ya no estaría posicionado en la mujer o en la femineidad, sino en el género masculino: “como vos hay muchos”. Hay un posicionamiento del sujeto poético. Hay una lectura social que se verbaliza en la necesidad de analizar esa realidad masiva invisibilizada.
Por otro lado, este mismo poema podría leerse en diálogo con el poema “La excepción”. Mientras en el poema anterior hay un señalamiento de un conflicto en el que la mujer es señalada mientras las masculinidades pasan desapercibidas en relación a sus falencias, en el poema “La excepción” habría un cambio de escenario que puede apreciarse en los versos finales:
“ […] la alternancia
de tu lengua en mi texto
es
el único filo
al que quiero a acostumbrarme”
Éste es un poemario que está al filo; es al filo de una realidad que está en constante amenaza, ataque y contraataque, en una realidad de guerrilla, de militancia, de accionar. Éste no es un libro que nos deja relajados, sino que nos invita a salir de cierto lugar de comodidad ante una realidad hostil. Me gustaría terminar esta reseña con unos versos del poema “en la oscuridad”:
“Resolución del policial:
al menos uno de los dos muere”
Cabe preguntarnos quién muere en términos filosóficos; si muere la masculinidad no deconstruida o la mujer no empoderada. La realidad es una olla hirviendo que está al filo de explotar, y es en esa crisis que hay patrones que tienen que inevitablemente desaparecer. Dependerá de nuestras pequeñas acciones establecer qué realidad va a estabilizarse y ganar terreno. Mientras tanto, hay una posición que queda marcada con “Femme”: nada se logra sin lucha identitaria y sin posicionamiento.
Florencia Piedrabuena (Argentina) es docente, escritora y artista visual. Vive en Benavidez, Tigre. Estudió la Licenciatura y Profesorado en Letras en la Universidad de Buenos Aires. Participó en varias antologías de editoriales y revistas independientes. Además, coordina seminarios y talleres de escritura y es parte de la editorial Maldemar.
Sus poemarios publicados son: Catálogo de poesía. Lengua de Mandinga/ Restos (2016, Ed. Textos Intrusos, reeditados por Maldemar en el 2019), La carne de las revoluciones y los cuerpos en las luchas (2017, Ed. Merodeo Ediciones) y Esto es todo lo que arde (2020, Ed. Maldemar). Actualmente
se encuentra trabajando en su primera novela.