Antología: Polvo de estrellas

Despuesito del Padre Nuestro de Rosario Vega


Es de mañana
y en cuclillas
al pie de mi cama
con la vista al techo
rezo una oración.

Debería pedir por mí.
La plegaria debería ser
por mí para mí,
debería orar para
ya no sentir tanto dolor…
pero, justo despuesito
del Ave María,
entre dientes,
susurro tu nombre…
¡Maldita sea! TU NOMBRE…

Estoy pidiendo por ti:
-“que no le hagan lo que él a mí”-
¿Lo que él a mí?

[…]

El cabrón debería saber
lo que se siente que el
corazón te estalle,
lo que es estar roto
y que las heridas no sanen.

Ojalá, el frío le cale hasta los huesos,
que le mientan,
que le ignoren,
que lo dejen
y que llore
y que le duela
y que sangre…
que sepa lo que es estar solo,
lo que significa estar vacío,
qué le falte el aire
y que sienta que se ahoga en
su propio llanto.

Pero, ¡maldita sea!
al final de mi oración,
justo despuesito del Padre Nuestro,
con la vista nublada
y en dirección al cielo,
con un suspiro profundo…
susurré su nombre una vez más
¡PEDÍ POR ÉL!
deseé tanto
con todo mi corazón
que fuera feliz…
Y entonces le deje ir.
—Rosy Vega

La Chica de Abril

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