En el nadir: Susana Szwarc. Por Gerald Mac Burney

1. Henry Miller nos dice “la música es la escritura de los dioses en la pizarra”. Si tuvieras que elegir 7 canciones para un viaje: ¿Cuáles serían?

Escucharía canciones de Soema Montenegro cantadas por ella; escucharía Umbrales de Fernando Maglia. Y sobre todo el silencio, si esto fuera posible.

2. Ese libro, ese film, ese cuadro…

Un libro: La poesía completa de Paul Celan para un viaje larguísimo; pero si es un viaje largo necesitaría leer en la lengua conocida, entonces a Amelia Biagioni, a Joaquín Giannuzi. Y volvería a leer en narrativa (reciente) El río invisible de Cristina Siscar, La limpieza de Martín Hain, Dos Sherpas de Sebastián Martínez Daniell. Por supuesto a Kafka. O sea que no puedo decir un libro. Lo vuelvo a pensar y un libro es imposible. O sea que “ese libro” son “esos libros” y faltan muchísimos.

“Esa” película también serían “esas” pero hoy puedo limitarme a dos:
La comedia de la vida o La ópera de tres centavos basada en la obra de Brecht y dirigida por Wilhelm Pabs en 1931.

Japón de Carlos Reygadas (2002). Un título que nada tiene que ver con Japón. Es muy México.

“Ese” cuadro:
Ahora diría La torre de Babel de Brueghel. Tal vez mañana diría otro.

3. Una herida, una tristeza infinita.

No creo en una herida infinita, si infinita significa aquí constante; tal vez sí en alguna que se presentifique cada tanto, con la que nos gusta apiadarnos de nosotros mismos. Eligiría tal vez el recuerdo del tren alejándome del pueblo, tren que hace mover el recuerdo de los trenes de la Historia.

4. Un recuerdo de niñez.

Leerles a los pájaros que volaban sin prestar la más mínima atención. Entonces, después, elegir de escuchas a los sifones que levantaban sus bracitos tomando distancia, quietos (un poco militar pero la escuela tiene eso también como lxs niñxs). Y luego comer sandía.

5. ¿Qué te estremece?

Creo que escuchar cierta música. Encontrar con otro la misma sorpresa en un poema. Ver un cuadro “de verdad” que nos haya gustado y lo hayamos visto en láminas. Las voces queridas. Me encanta escuchar las voces de las personas que quiero. Y algún momento de la historia en que la gente se une a insistir por un reclamo.

6. ¿Cómo habitar el vértigo?

Soy una persona con ritmo pueblerino, no lo habito. O, mejor, lo deshabito.

7. Ese momento de felicidad.

Creo que hay muchos momentos de felicidad, tal vez no sean largos en temporalidad pero sí en intensidad. He visto alguna película, un cuadro, he leído poemas y he dicho: qué felicidad, debo guardarla, recordarla. Conversar o estar en silencio con las personas que quiero, me da felicidad. Escribir y creerme por un rato que el texto está logrado, me da felicidad, un sol, una nube me dan. O sea que por el verbo que uso: dar, parece que creo que la felicidad es algo dado.

8. El nacimiento de un poema.

Alguna frase, algún sonido puede provocarme el nacimiento de un poema y en ese momento se produce una detención (de cualquier vértigo), y es un ramalazo donde se mezclan la felicidad y la angustia.

9. Un milagro.

Spinoza dice que la fe en los milagros nos haría dudar de todo, por lo que conduciría al ateísmo. Y como dudo de todo en el sentido de que interrogo, sería atea. En ese sentido un milagro: la posibilidad de la especie humana de leer y escribir, recorrer la escala de sentimientos/sensaciones, poder captar algunas maravillas del mundo como por ejemplo escuchar la lluvia. Volver a recordar que se ha luchado por menos horas de trabajo y que el trabajo no libera.

10. ¿Alguna imagen que quieras agregar a ‘El Aleph’ de Jorge Luis Borges?

Agregaría “un sueño en el que Borges tomara mate con una Szwarc”.

11. ¿Un próximo proyecto?

La palabra proyecto no me termina de conformar, prefiero usarla como sinónimo de bosquejos y deseo de escritura. Ver los próximos libros a publicarse este año: uno de microrrelatos, Distancia cero, que sale en marzo. Y los poemas reunidos que salen en los próximos meses con el nombre de Decir la suerte y que hasta el último momento reviso, corrijo, vacilo. Terminar el libro de poesía Caracú. También una novela y cuentos. Y si se estrena la obra de teatro Napalpí. Encontrar los tiempos para conversar con las amistades queridas de siempre y las nuevas, las que se van haciendo, sería un buen proyecto.

Susana Szwarc nació en Quitilipi, Chaco, en 1954. Publicó poesía y narrativa. Algunos de sus libros son: Bailen las estepas, El ojo de Celan, El artista del sueño, Una felicidad liviana, La muertita o la novela que. Algunos libros suyos han sido traducidos al francés, italiano y alemán. Ha recibido varios premios, entre ellos el Premio Único Municipal de la Secretaría de Cultura de la ciudad de Buenos Aires en poesía y el tercer Premio Nacional por región Chaco con la nouvelle Trenzas (recientemente traducida al alemán como Zöpfe). Su cuento No camines en el barro fue llevado a la ópera por el mùsico Cristian Varela. Forma parte del Club Argentino de Kamishibai (teatro de papel).
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